Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda

Por: Salomé Cohen Monroy - Estudiante Ciencia Política y Literatura

Para encontrar una institución religiosa, usted no necesita ir a un edificio de las dimensiones de la Basílica de San Pedro. Ni siquiera necesita una parroquia de pueblo. Para los indios yaquis basta con ir al monte, aunque ésta sea una empresa más complicada que sentarse frente a un altar. Entre la infinidad de plantas que se encuentran en él, ahí está su institución más respetada. La espiritualidad y la sabiduría convergen en una conexión con la tierra y la naturaleza, al buscar una guía en plantas alucinógenas como el peyote, la toloache (o borrachero en Colombia) y los hongos. Carlos Castaneda, en su libro Las enseñanzas de Don Juan, relata sus experiencias con estas plantas bajo la guía de un sabio yaqui, que lo escogió como aprendiz. Y que, a diferencia de doctrinas cristianas, le reveló la importancia de vencer del miedo, de ser sencillo y no ahogarse por causa de la sed de poder.

En este libro Castaneda desvela la experiencia de un occidental en rituales indígenas con poderosas plantas espirituales. Le da voz al viejo Don Juan que se dedicó a mostrarle las preparaciones pero, sobretodo, a trascender las experiencias. En la segunda parte del libro busca glosar, a la forma occidental, sus enseñanzas. Aunque aplicar nuestro lente interpretativo al conocimiento del otro no deje de sonarme problemático, este dilema no me corresponde en este texto. Solo pienso en lo valioso de un antropólogo que deja de ser una mirada externa. Un antropólogo que se deshace de prejuicios típicos de la ciencia moderna y no tacha de mitológicas las prácticas que le dan carácter y personalidad a las plantas.