Por: Rodrigo Andrés León Daza - Estudiante de Historia y Antropología

Dados los procesos de individualización que se dieron en los siglos XVIII y XIX, la relación de muchos intelectuales con las instituciones religiosas como la Iglesia ha sido problemática. Esto se debe a que en muchos casos, estos conflictos llevaron a historiar de forma tal que los períodos en que éstas instituciones fueron particularmente fuertes se denominaran como “oscuros” y malvados; la denominación “Edad Media”, “oscurantismo”, y las malas impresiones que se tienen sobre la Inquisición (que no fue un elemento meramente católico), entre otros, forman parte de este estereotipo de atraso y ‘barbarie’. De esta manera pretendo exponer dos de los aspectos que crearon una imagen oscura del Tribunal del Santo Oficio: la tortura y la quema de personas en la hoguera. Estos elementos problemáticos que “satanizaron” a la institución serán abordados a continuación con el fin de desmitificar algunas de las nociones que se tienen al respecto.

Siendo así, es importante recalcar que la Inquisición no es un fenómeno que abarque toda la Edad Media, pues nace en el siglo XIII como respuesta a la necesidad de un organismo jurídico capaz de regular ciertas actitudes o “delitos de fe” que se dan con una nueva oleada de herejías en el siglo XIII al sur de la Galia, como la cátara o la maniquea[1]. Así, el Tribunal del Santo Oficio surge como una innovación en Derecho, exigiendo la existencia de determinados factores (pruebas, testigos, etc.) para juzgar los crímenes de fe, que eran los únicos en los que estaba en competencia de resolver.

Un aspecto que ha sido muy problemático, es el conocimiento sobre la existencia de la tortura. Sin embargo, el hecho de hablar de ella fuera de contexto impone una barrera cultural e ideológica, que claramente desconcertaría a la mayoría de las personas hoy día. En primer lugar, el Santo Oficio reguló la tortura, que anteriormente se podía realizar todo el tiempo, y todas las veces que desearan aquellos que la perpetraban. Con la Inquisición, la tortura se reguló a máximo una vez al día por un periodo relativamente corto de tiempo. Y de la misma forma, la mortificación del cuerpo implicaba la salvación del alma, entonces, según la mentalidad de la época, al torturado se le estaba haciendo un favor, pues su alma iría al Cielo.

El último aspecto a destacar es el hecho de que la Inquisición, en realidad, no quemó a nadie. Ella sólo tenía jurisdicción en aspectos de fe, y su competencia era la salvación del alma de los cristianos bautizados (esto explica, en parte, el gran número de personas que se entregaban voluntariamente). En dado caso, solicitaba la apertura de un proceso civil a la autoridad competente, y si el delito era demasiado grave, llegaba a recomendar, más no imponer la quema de las personas finalizado el procedimiento civil.

Finalmente, es preciso resaltar la importancia de mantener a los objetos de estudio dentro de su propio marco contextual para evitar las malas interpretaciones. En este sentido, la Inquisición fue un ente regulador e innovador, y la imagen que otorgaron los liberales del siglo XIX sólo es reflejo de los valores de sus sociedades burguesas.



[1] La primera habla de una dualidad creadora (Dios y Satanás). Satanás no está supeditado a Dios. La segunda hace una apoteosis de la lucha entre el Bien y el Mal