Por: Carolina Villazón - Estudiante de Antropología

“Without Contraries is no progression. Attraction and Repulsion, Reason and Energy, Love and Hate, are necessary to Human existence.
From these contraries spring what the religious call Good & Evil. Good is the passive that obeys Reason. Evil is the active springing from Energy.
Good is Heaven. Evil is Hell.”

-William Blake, The Marriage of Heaven and Hell

 

La Iglesia de Satán ha sido tal foco de teorías de conspiración, que aún hay alta especulación acerca de sus creencias, prácticas y ritos. Desde sexo con animales, orgías y sacrificios de bebés, hasta complots para aniquilar a poblaciones enteras, el satanismo afiliado a la Iglesia de Satán irradia un “oculto” misterio (en momentos pedante, pero siempre exclusivista y jerárquico en su “revelación”) que puede tornarse en mito, odio y escalofriante temor para algunos. Aunque el satanismo ha tenido una larga trayectoria y no se le puede imponer una historia lineal, mucho de ello se basa en cultos paganos a figuras antagónicas como Moloch, Ba’al, Baphomet, Astaroth, Leviathan, Loki, etc. Podrá llamársele hecho o superstición a mucho de lo que gira en torno a la configuración de esta creencia: todo recae en el cuestionamiento de lo que tildamos de mal y, por consiguiente, de lo que percibimos como el bien.

 

La iglesia fue fundada en 1966 en San Francisco, California, por Anton Szandor Lavey, un auto-proclamado satanista norteamericano y conocedor de magia que escribió la biblia de Satán en 1969. La justificación de la Iglesia de Satán se encuentra en la rebeldía hacia la “alta hipocresía” de algunas religiones, en particular el cristianismo, que le han negado al ser humano un impulso “carnal” y “natural” por ser considerado pecaminoso y condenable.  Así, la filosofía de Alistar Crowley, “do as thou wilt”, reluce como un cimiento fundamental en el satanismo de Lavey. La imagen de Satán que se usa en la biblia satánica hace referencia al “adversario”, a la “oposición”, o “fuerza opositora”, que se ajusta al significado que tiene Satán en el antiguo testamento. En el documental “Satanis” de 1970, Lavey orgullosamente proclama que sus creencias son afincadas a la “verdad y naturaleza de todo ser humano”, ya que no se reprime el deseo carnal, o cualquier deseo fogoso.

Lavey también dijo que el satanismo es una religión supremamente egoísta, y que el satanista le rinde culto máximo a su personalidad y a sus deseos, sin someterlo a mayor evaluación ética que aquello que es “necesario” o que “se amerita” por el regocijo de la venganza. Además, y a pesar de la fuerte estigmatización que otras religiones han hecho de la Iglesia de Satán, ésta cuenta con una participación de personas de poderío y fama que proclaman por la libertad de una existencia hedonista. Lavey y sus seguidores sostienen que progresivamente todas las idiosincrasias espirituales del mundo tienden hacia la espiritualidad “natural” en la práctica, que es, por supuesto, el satanismo.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que las divisiones entre el “bien” y el “mal” son relativas al contexto cultural, lo cual se encuentra entrelazado a la religión y por lo tanto, a la historia. Las fronteras que dividen el bien y el mal se materializan hasta tal punto que se tornan un paradigma de regulación social, ya sea una ley o un protocolo moral. El filtro moral siempre es susceptible de cambiar según el contexto cultural y particular de cada persona. El hecho que una creencia como el satanismo pueda instituirse como religión mediante la Iglesia de Satán es algo que procede de acuerdo al ideal de pluralidad en la democracia, y como toda creencia, debe ser tolerada. Esto no significa que el satanismo de Anton Lavey evite ser vulnerable a cuestionamientos.

La polarización entre el bien y el mal en el ser humano ha sido una temática recurrente en la literatura. En “The Marriage of Heaven and Hell” de William Blake, Lucifer, otro nombre para Satán que significa luz, representa el cuestionamiento y el conocimiento, tal como se ha llegado a interpretar el papel de la serpiente sobre el árbol del bien y el mal en la Biblia. Blake dice que dentro del mismo ser existe esa polarización: el “mal” representado con una energía ardiente, y el “bien” como aquella fuerza que obedece a la razón. Al “mal” también se le referencia como “devorador” y, siempre que no se le restrinja por la “razón”, implica destrucción y caos. Pero la restricción a la creencia aparentemente “razonable” sin un cuestionamiento vehemente también puede llevar a destrucción. Esta conceptualización alude a un hecho: la ilusión soberbia de pensarse dueño de la definición del “impulso natural”, de la “verdad absoluta”, y por lo tanto de las definiciones del “bien” y el “mal” para justificar la crueldad humana, ha probado ser un ensueño sanguinario a lo largo de la historia humana. Y debe atenerse a la crítica.