Al hablar de la Universidad de los Andes y el entorno, no solo hacemos referencia a la institución sino también a sus integrantes: los profesores, trabajadores, estudiantes, habitantes aledaños, etc… Hacemos alusión a ellos porque todos tenemos un efecto, ya sea como individuo o como agregado, en las acciones que realizamos en el día a día. Nuestras acciones conforman aquel espacio que llamamos Universidad y aquel entorno donde desarrollamos nuestras variadísimas actividades que conforman la vida estudiantil,  profesional, recreacional y otras que al lector seguro se le ocurrirán.Y es por esta misma razón que debemos entender que la acción de los individuos tiene distintas formas de ser abordada. En este caso, lo caracterizaremos como la tensión entre el potencial libre y creador de la acción de cada individuo y, por otro lado, la estructura donde ésta se encuentra y que a su vez condiciona sus posibilidades de actuación.

 

 Esta  tensión es lo que nos permite entender que la Universidad de los Andes es una estructura que condiciona el potencial de acción de todos los miembros dentro y fuera de esta;  no solo como estructura sino también como actor institucional activo en nuestras vidas. Así pues, abordamos a los Andes como aquella institución académica, productora de profesionales y de investigación “científica” para el “progreso” del país; institución que tiene como principio la “apolítica”, “la laicidad” y su consigna más importante “ir más allá del deber”[1]. Bajo estas premisas, la Universidad de los Andes, basada en el modelo gringo de universidad, se ha convertido en el paradigma de la universidad privada en Colombia: la más boyante, el mejor ranking internacional y una gran producción investigativa. A su vez, es la más alejada de la sociedad, la universidad de la “oligarquía” y la que está “de espaldas al país”.

Esto hace a los Andes un espacio académico con enorme potencial de influencia, cuya producción científica tiene un mínimo alcance en las problemáticas de la sociedad. Así pues, y evidenciando uno de los grandes peligros de la academia, se encerró en sí misma y su producción se encuentra mayoritariamente estancada en las oficinas y salones de la Universidad; en las eternas discusiones cíclicas de sus académicos. Además, estas instalaciones están llenas mayoritariamente por estudiantes de la clase media-alta y alta del país; situación que se desprende de una matrícula exorbitante que segrega económicamente impidiendo la diversidad propia de una universidad. A su vez, los Andes busca manifestarse, como estructura dominante, hacia su entorno inmediato. Progresa Fenicia es un fiel reflejo de como los Andes impone un proyecto de desarrollo urbano; no permite que las comunidades ayuden en la creación del proyecto sino que tan solo invitan a aceptarlo. Jorge Eliecer Gaitán recalcó la lejanía entre el país político y el país nacional en Colombia; creemos nosotros que los Andes ha fomentado la creación de un nuevo país, el técnico, que dista en especial del último.

Ahora bien, esta estructura es un centro de aprendizaje cargado de elementos políticos y sociales que moldean a los individuos que ahí crecemos y construimos nuestro proyecto de vida. No es extraño pensar que condiciona nuestro aprendizaje el estar rodeado de personas de la alta clase social, de estudiar en una universidad que segrega socialmente y que, con los torniquetes de entrada, está más encerrada en sí misma que abierta a los colombianos. Son estos algunos elementos que condicionan nuestra forma de ver el mundo, el lenguaje, la vestimenta, las experiencias que vivimos en nuestra etapa universitaria.

He aquí donde radica lo más interesante de los Andes. Si bien la estructura universitaria condiciona nuestras posibilidades de acción, esta no es absoluta, y permite aquella perspectiva Arendtiana de la acción creadora: “cabe esperarse de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable”[2]. Esa voluntad de la acción del individuo es la que no tiene una mayor expresión en los miembros de la Universidad de los Andes, en especial la de sus estudiantes. Ya sea por comodidad, individualismo o mera pereza, los estudiantes son en su gran mayoría ajenos al activismo, a los problemas de su propia universidad y del país. A pesar de que el 33% de los estudiantes recibe apoyo financiero para pagar su matrícula, no existen mayores reacciones frente al incremento de estas;  y esto es referirse a problemas directos para ellos. ¿Qué pasara al tratar los problemas del país? La respuesta no es muy disímil. La participación de los estudiantes en marchas, colectivos u otras organizaciones que trabajan para solucionar estos problemas es bastante baja.

Es preocupante cómo la estructura de la Universidad de los Andes es dominante en la constitución de sus estudiantes y egresados,  pero más aún, que los estudiantes seamos pasivos y ajenos a hacer activa nuestra crítica ante los problemas que se generan a nuestro alrededor. Esto es una pequeña muestra de que la Universidad de los Andes, como estructura, no inculca ni fomenta “ir más allá del deber” y los estudiantes somos ajenos a cambiar esta situación.

 


[1] Ninguna comilla puesta en esta frase es producto del azar o de una crítica sin fundamento. Si prosigue a leer diversos elementos de la revista, entenderá porque planteamos la duda, como “buenos” científicos sociales, sobre dichos términos o aspectos.

[2] Arendt, Hannah. La Condición Humana. P. 236.