Memoria sagrada y espiritualidad en Palenque[1]

                                                                                   Ma mona ri Benko kele pa ma kusa ngande ane lunga nu.[2]

 

En la noche Palenque es inmenso, dicen con picardía las abuelas. Con el tiempo comprendí que el Palenque diurno, visible y práctico es la otra cara de Palenque nocturno, invisible y mágico. Es cierto, no se ve casi nada, se oye muchisimo, como silbidos de insectos, susurros de aves,  presencias muchas presencias, casi sombras en las noches de luna.

 

Hasta el olor cambia con el transcurrir de las horas y justo antes del amanecer, cuando todo es penumbra, se disipa la sensación de muchedumbre que ha acompañado a la noche. Entonces, vuelven los sonidos del día, las mentes, los cuerpos y los corazones se disponen a la tarea de vivir un cotidiano de trabajo campesino, colectivo, alegre, corriente, sencillo y familiar.

Los hilos sutiles que tejen las relaciones sociales de Palenque están impregnados de una sentimiento sublime, que logran ritualizar los momentos que signan los entramados de la memoria sagrada y llenan de espiritualidad la vida diaria.El sentimiento sublime de la sintonía con lo divino es recogido por las religiones y habita en lo más profundo de la memoria simbólica. Es en la espiritualidad donde se nutren las memorias sagradas que en expresiones de las culturas se reflejan en las leyes y las normas; los ritos y las liturgias; las filosofías y las cosmovisiones; los objetos, los libros y los actos sagrados, para guiar las éticas de los comportamientos colectivos.

Si bien es cierto que en Palenque la lengua es la evidencia más notoria de la cohesión de las señales de identidad, también lo es la religión palenquera, con toda su carga de sentimientos y sentidos religiosos que super­ficialmente podrían confundirse con una práctica folclórica y sincrética de la católi­ca. Con la evocación de la memoria simbólica y con ella la sagrada, la comuni­cación fluida con el todo posi­ble mediante actos sucesivos de magia natural y heredada se constituye en el fundamento del pensamiento mágico, logrando su máxima concreción en la concepción de la muerte expresada en todo el esplendor del ritual lumbalú.[3]

A esta cosmovisión se le ha considerado animista, perdiéndose así la posibilidad de comprenderla desde una mirada más integradora donde las "rela­ciones natura­les y aceptadas como realidad entre el más allá y el más acá, se expresan en la presencia cotidiana de las ánimas en las casas, en los recuerdos, en las referencias de presente vivo cuando se las menciona en las charlas" [4]  Aquí cuenta con toda su fuerza la frase de Melquiades el gitano de Cien años de soledad cuando dice: "todo tiene su ánima, el todo está en despertarla". Las plantas, los animales, los minerales, los seres vivos, orgánicos e inorgánicos, son parte de una totalidad enlazada de sentimientos y memorias.

La comunicación con el mundo del más allá es tan natural como el diálogo con el mundo animal o vegetal, los mensajes están en toda la naturaleza y todo conduce a otras dimensiones, todo tiene su secreto y todo tiene significado, tanto en el mundo visible como en el mundo invisible.

Los familiares muertos ejercen las funciones de protectores, sanadores y mensajeros que conviven con los ángeles y los santos católicos san Basilio y santa Catalina,  habitantes cotidianos de la memoria religiosa y la iglesia de Palenque. La amistad del Moján y san Antonio facilita a la madrina del bautizo católico la mediación para resolver el embrujo cuando los niños y las niñas son raptados y llevados a los dominios acuáticos de los elementales.

La figura central del tránsito a la muerte es Catalina Luango porque ella es la encargada de guiar las ánimas por los umbrales del más allá.

En la tradición oral está recogido este mito y es común encontrar el relato que comienza así: "Lo que me contó mi abuelo de Catalina Luango, que era una canta­dora de Lumbalú... ella iba cantando y venía cantando cuando iba al arroyo.  Era una muchacha nueva y le gustaba bañar­se en la ciénaga Palotá..."[5] 

La historia de Cata­lina Luango es una historia de amor. Catalina es una mujer muy bella que se enamora de un barburito, un pez muy común en esas ciénagas, en el que se ha transformado el moján, el espíritu malo del agua. El moján vive debajo del agua en un palenque invertido que está sobrepuesto al mundo palenquero y es una copia suya. Es el ámbito de lo oscuro y lo negativo. Allí se camina al revés, se come sin sal y los familiares tratan mal al que ha sido conducido a su territorio, donde el chimbumbe hace encantamien­tos.

Dice la tía Cato: "A Catalina se la llevó el chimbumbe que es un encanto como diablo".[6] Las personas no advier­ten que han sido arrastradas fuera de su mundo habitual porque llegan a un Palenque igual al suyo, transitan por las mismas calles y se encuentran con la misma gente. Continúa la Tía Cato: "A los tres días de estar en casa de la moja­na, Catalina ya sentía hambre y comió sin sal".[7]  Cuando ella se enamora del barburito empie­za a participar cada vez más de ese otro mundo hasta que se con­vierte en una forma de mojana. A partir de su transformación, Catalina visita a Palen­que cada vez que hay un muerto para trasladarlo desde el más acá hasta el más allá... Como no regresaba los familiares llamaron a su madri­na para que rezara y así la atrajese, pero ella era muy mayor para tener madrina, así que como "San Antonio es tan amigo con el moján" se le pidió que intercediera, pero no fue posible regresarla.

La primera vez que cantó como mojana en un velorio la amarraron con la estola del cura, y de nada sirvió porque ella se escapó. Antes de irse con el moján, ella era canta­dora de lumbalú. Conducir a los muertos hacía el más allá es su oficio; por lo tanto, es natural que Catalina continúe desempeñando su función después de haberse marchado. Al dejarse encantar por enamorarse del Moján y habiéndose perdido en el mundo inverso de Palenque para habitar el como no es del otro lado del espejo, ella no regresará en cuerpo y alma, sólo su ánima en pena acompaña las noches de velorio. 

La religión palenquera tiene sus santos y demonios en las mismas fami­lias. Catali­na es del linaje Salgado, vivió en Palenque por los años de la fundación y ha sido una historia contada y renovada en cada narra­ción, donde se dice todo lo que no debe ser el compor­tamiento de una mujer palenquera.

Es una religión que guía y censura en colectivo, aunque en su aplicación particularice según el caso. Las relaciones cercanas y horizontales con los habi­tantes del más allá funcionan en distintos tiempos parale­los. El más allá está poblado mayoritariamente por los fami­liares y vecinos muertos, que están acompañados por los personajes del cielo católi­co y por los seres tutelares de la natura­leza. Estas relaciones de tú a tú dan la dimensión de la manera como se trata al otro mundo. El sentimiento de la libertad como un acto cotidiano y natural impregna los actos de todos los días.

De acuerdo a la inter­pretación palenquera del mundo, el principio ordenador del más acá está en la lógica de la naturaleza y en esa medida hace parte de su condición humana, como lo dice el pensa­miento mágico. Y el principio ordena­dor del más allá es el creador que tiene el derecho de regir los destinos de todos, como lo dice el pensa­miento religio­so.

Es entonces una religión guiada por la memoria de la espiritualidad ancestral de África, combinada con la magia ancestral de los pueblos indígenas que se mezclaron desde las épocas del asentamiento del Palenque, hibridada a su vez con la memoria simbólica que nutre la religión católica. En tal sentido, es una religión, que como resul­tado del tejido de símbo­los y signifi­cados, de ritos y ofren­das, de santos y demonios, y sin dejar nunca su esencia africana, se ha ido perfi­lando hasta darle un rostro definido, que es claro y conciso en el lumbalú, en el manejo de la salud y la enfermedad, en la relación con la naturaleza, en la práctica de la brujería y en la ética de los comportamientos.

La memoria sagrada y la espiritualidad reflejan la tras­cendencia que da significado al sentimiento de libertad que, a su vez, da sentido a la dignidad, como se expresa en el ritual de la muerte, reflejado en la relación comprensiva con ella para recibir­la y aceptarla.[8] Porque la realidad del más allá no es buena ni mala, y se desenvuelve igual a este mundo, pero con distintas atmósferas y en tiempos paralelos correspondientes a las otras dimensiones.  Se pasa de una dimen­sión a otra por un túnel de sonido. El significado del ulular continuo de los lekos, del canto del Lumbalú, del bulleren­gue, del tambor pechiche, son caminos que permiten el tránsito.

Por el oído el ánima logra el desprendimiento de este mundo. El salir de esta dimensión y aprender a habitar en la otra produce un desasosiego que sólo se calma con la segura presencia de los vecinos, familiares y paisanos muertos de todos los tiempos que están reunidos esperando en el Palenque del más allá.

Siguiendo la tradición africana, con el cuerpo se ora en la danza y en el canto, haciendo de la expresión corporal y gestual la comunicación espiritual con el mundo del más allá. Palenque es un pueblo oral-visual porque es gesto y palabra en su lengua, de ahí que el tránsito del ánima a través del oído sea correspondiente a esta manera de expresión comunicativa.

La cosmovisión palenquera parte de la similitud entre los seres vivos y el planeta. En tal sentido, el cuerpo humano funciona de manera parecida a como lo hace la tierra: tiene venas de río, ojos de agua, bocas de tierra, nervios y sentimientos y cumple funciones orgá­nicas iguales a las de los seres vivos. Por ello, se concibe que las personas y los pueblos son la manifestación humana del ecosistema.

Por ese sentimiento de pertenencia al cosmos y ese sentido de armonía con la naturaleza es por lo que se le considera como un espa­cio vital antes que una fuente de riqueza. Esta idea es casi un precepto para cualquier culti­vador y con mayor razón si es mayor de 40 años: la siembra se  prepara con los ciclos de la luna y los abonos tienen que ser naturales porque el daño al ánima de la tierra es irreparable cuando envenena la comida. Hay un claro equilibrio entre el ser humano y su espa­cio vital. De ahí que a la medicina y a la agri­cultura las rijan los mismos parámetros del conocimiento mágico.

La espiritualidad de Palenque es cohesionadora, está presente en cada acto diario, guarda sus secretos como tesoros, es incomprensible para los guaruma[9] y habita con sus manifestaciones indescifrables en el corazón de Palenque, en las largas y pobladas noches llenas de comunicaciones con otras dimensiones, en el mundo de los sueños y de los muertos. A Palenque llegan en la noche muchos brujos, sanadores y viajeros de los espacios-tiempos. La noche invisible se llena de juegos de magia, los niños duermen y los sueños, casi siempre, traen noticias del más allá. Y los guaruma, ajenos a toda esa vivencia intensa y plena, dormimos con la rara sensación de ser observados.

 

Clarainés Guerrero García.
filosofa e historiadora
doctora en historia de la universidad de alcalá, 1998
consultora  en metodos de indagación en las memorias con énfasis en simbólica y colectiva
tallerísta de  acciones y creaciones de paz, desde las memorias, con mujeres y población victimizada,(trabajo actual)
escritora de relatos de memorias 
crononauta (lectora de espejos simbólicos)

 



[1] Estas notas son tomadas de Guerrero García, Clara Inés "Palenque una propuesta de interpretación histórica"  tesis doctoral. Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares,  España, 1998

 

[3] "Voz africana de origen bantú. Lu es un prefijo colectivo y mbalu con el significado de melancolía, recuerdo o reflexión y simboliza el canto de funebria. En Palenque de San Basilio es el ritual, el ritmo y la melodía; también el cabildo, kuagro o grupo de edad de hombres y mujeres que lo ejecutan. La decodificación de los cantos que lleva a cabo el lingüista Armin Schwwegler (1992 y e.p.) precisa huellas socio-lingüísticas de ancestro africano y ayudan a comprender el imaginario y la cosmovisión afrocolombia­na". Friedemann, Nina, "A­fricanía y religión en Colombia: Cosmovi­siones e imaginarios", ponencia presentada en el I Coloquio de estudios afro-iberoamerica­nos, UNESCO, U. de Alcalá, mayo de 1994, pág. 5 

Vide también otros trabajos de Nina S. de Friedemann  que estudian a fondo y desde la cultura el lumbalú y los de Armin Schwwegler, desde la lingüística. Las referencias completas consultarlas en la biblio­grafía al final. Tomado de Guerrero Clara Inés, Palenque de san Basilio. Una propuesta de interpretación histórica. Tesis doctoral, Facultad de Filosofia, Universidad de Alcalá, Madrid, España, 1998

[4] Guerrero, Clara Inés, Palenque es un pueblo donde los locos son amados" en Boletín Americanista, No.46, Universidad de Barcelona, Facultad de Geografía e Historia, Sección de Historia de América Barcelona, 1996, pág.

 

[5] Vide Saldarriaga, Teresa, "La tía Cato" y "Catalina luango de angola en Palenque", videos, en "Talleres de construcción comuni­taria de la historia indagada en la memoria colectiva", Programa de Etnoeducación, Palenque, 1990-1991

[6] Saldarriaga Teresa, "la tía..., idem

[7] Idem

[8] Véase, Price, Richard, "Encuentros dialógicos en un espacio de muerte" en De palabra y obra en el Nuevo Mundo. Encuentros inte­rétnicos, Siglo Veintiuno de España Editores sa, 1992, pags 33-62

[9] Guaruma en criollo palenquero significa extranjero