Por: María Alejandra Castro Ortega - Estudiante de Historia y Lenguajes y Estudios Socioculturales

No sé en dónde se paren ellos hoy en día, pero antes estaban subordinados. Por eso el bipartidismo, por eso el Frente Nacional. Si vamos a hablar de voto militar o de autonomía del ejército hay que rebobinar. Las fuerzas militares habían estado tradicionalmente subordinadas a la democracia, o a lo que eso traducía en Colombia: los dos partidos políticos. En otras palabras, el ejército había sido siempre una de las instancias que resguardaba las garantías para la permanencia del gobierno de las minorías. Es una pena que no estemos aquí para hablar de las maneras en que se resguardaban las garantías.

No siempre estuvieron subordinados, y eso hace mucho más notable el hecho de que la mayor parte de su existencia lo haya estado. El historiador César Ayala Diago nos ayuda a entender un momento de ruptura con la tradición. Ayala destaca la necesidad de observar que el nacimiento del Frente Nacional fue una respuesta a la amenaza que suponía el gobierno militar de Rojas Pinilla en los años cincuenta.[1] Es decir, la reconciliación de los conservadores y los liberales tiene una de sus principales razones de ser en el pánico de ver a la institución militar faltando a su subordinación tradicional. Ahora, eso no significa que durante el Frente Nacional el ejército y el gobierno actuaran como enemigos.

Al final del gobierno de Rojas, después de algo de turbulencia, se restablecieron las relaciones entre el gobierno civil y los militares. Es la historia de la vuelta al equilibrio. Francisco Leal lo explica: “[e]l fracaso del intento de algunos sectores militares por derrocar a la Junta Militar el 2 de mayo de 1958 señaló la última expresión de rechazo abierto al acatamiento de la autoridad civil. A la hora de la verdad, la mayoría de los oficiales involucrados en el complot no cumplieron lo pactado. El general Rojas Pinilla perdió el respaldo que aún tenía dentro de las instituciones militares.”[2] Por esto, se puede decir que la junta militar que gobernó inmediatamente después de Rojas se adaptó rápidamente a las directrices de los gestores del Frente Nacional. Dentro de la objetividad social, el arraigo al bipartidismo era todavía predominante; para el ejército era incluso más importante que un proyecto militar de poder.[3]

En efecto se trata de una restauración del equilibrio, pero más que eso, es una declaración. La decisión de retornar al estatus de guardaespaldas de los políticos informa a la sociedad acerca del lugar donde residen sus intereses, su posición frente a la exclusión sistemática de todo lo que no pinte azul o rojo, pero más que todo azul, como era la costumbre. Después del fiasco del 2 de mayo no hay coyunturas relevantes que hablen de alguna intención de apoyar algún proyecto de poder no bipartidista. Claro, hoy hay que ver en qué devino el bipartidismo. Aun así no entiendo qué papel juegan hoy, pero es probable que los militares estén aún cerca de su rol como aparato institucional de la política en la que se supone no participan.



[1] César Ayala Diago. La explosión del populismo en Colombia. Anapo y la participación política durante el Frente Nacional. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2011.
[2] Francisco Leal. “Relaciones entre civiles y militares durante el Frente Nacional”. En: Carlos Caballero, Mónica Pachón y Eduardo Posada. 50 años de regreso a la democracia: nuevas miradas a la relevancia histórica del frente Nacional. Universidad de los Andes. Bogotá. 2012.
[3] César Ayala Diago. Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional. Los orígenes de la Alianza Nacional Popular (ANAPO) Colombia, 1953-1964. Colciencias. Bogotá. 1996