De cierta cojera que padecen aquellas personas formadas en estos Andes colombianos, quienes saben de mucho leer y poco hacer
Por: Felipe Guerra Baquero - Estudiante Maestría Ciencia Política

Esa fue definitivamente una mañana hermosa. Toda la noche había llovido, y los charcos en la calle eran el perfecto espejo para ver un cielo despejado, un sol dispuesto a alzarse para comenzar un nuevo día, un día marcadamente distinto al anterior. Con los primeros rayos del sol,  El Ministro se despertó. Nunca le importó que el sol en su cara inaugurara su día, y mucho menos en esos días cuando había prometido durante días salir radiante, pero las nubes y la lluvia no le dejaban. Sus labios mostraban la alegría que causaba la danza de sus pensamientos ante la insufriblemente exquisita música de conclusiones profundas e irrefutables. Como de costumbre, mordisqueaba sus labios mientras hacía cada mañana esta danza alegre donde se decidía su día. Después de desenredar distintos pensamientos sin importancia, se dio cuenta de la pregunta alrededor de la cual se ataban varios:

 

¿Cómo es posible que se formen ciudadanos para que construyan la paz en Universidades de estos Andes colombianos que se restringen a enseñar el análisis de textos y no a actuar en la sociedad? ¿Para qué tanta teoría si no sabemos ponerla en la práctica?

Simultáneamente a su pensamiento, percibió unas nubes negras que opacaban el día cual cielo oscurecido por una locomotora de carbón, cual mar ennegrecida por un derrame de petróleo, cual cualquiera de otros asuntos sin importancia de su gran lista. Recordó cómo esas nubes avinagraban los días de incontables niños ansiosos de jugar en el parque, a quienes luego se les prometería que las cosas cambiarían. Y con mucha humildad concluyó esa mañana que nunca jamás se había sentido tan realizado al darse cuenta de un asunto con tan poca importancia, sobre todo al comprender que así permanecería porque iba estar contenido entre las líneas de incontables textos.

Al recordar esta mañana hermosa, el Ministro pudo incluir en su informe final para la revista de La Parada la justificación más importante de su trabajo: los problemas en Colombia o no se resuelven, o se resuelven solos. Por tanto, en últimas, no importan, y la sinimportancia debería entonces ser constitucionalizada como un principio rector de la sociedad. 

*Ante cualquier parecido con la realidad, beba con altanería un frasco de perfume para ambientar el mal olor, y consulte mucha, mucha, mucha bibliografía hasta que se le pase.