Por: Catalina Giraldo - Estudiante de Antropología

La Universidad de los Andes asegura que su Programa Progresa Fenicia tiene una estrategia social incluyente, a partir de la cual se busca construir un futuro común de desarrollo y convivencia con los diferentes actores de la comunidad del Triángulo de Fenicia, ubicado en los alrededores del establecimiento. Además, esta institución afirma que busca el mantenimiento de la población residente, pues inclusive quiere desarrollar “proyectos productivos” que aumenten sus posibilidades de permanencia. Sin embargo, el discurso oficial manejado por la universidad contrasta con las perspectivas de diferentes actores que viven y/o trabajan por la zona, los cuales se muestran preocupados con respecto a la suerte que les espera ya que sienten una fuerte amenaza de desplazamiento.

Desde hace aproximadamente tres años se viene realizando la fase previa del “Plan Parcial”, en la que se busca socializar el proyecto con la comunidad fomentando la participación activa de ésta en el diseño. La Universidad asegura que se han hecho varios esfuerzos por entrar en contacto con la comunidad, y critica la alta deserción en las actividades. En contra parte las diferentes personas del triangulo aseguran que esta socialización ha consistido en una mera presentación del proyecto, en la cual no se les permite una participación más decisiva, ni posibilidades reales de interactuar en el diseño del programa. Se evidencian procesos de negociación desiguales e intensificación de conflictos debido a los diferentes intereses de las partes y al poder que representa los Andes frente a las opiniones de la comunidad. Como me lo señalaba una mujer habitante del sector: “Nosotros estamos luchando contra un gran elefante y somos como una hormiguita”.

Por ejemplo, la comunidad ha montado una fuerte resistencia frente a la idea de tener que abandonar sus casas de residencia. Aunque la universidad asegure que ofrece una “vivienda de remplazo”, la cual en valores económicos debería ser más atractiva, las personas traen a colación el valor simbólico que tienen para ellos sus casas y el miedo que tienen a la destrucción del tejido social y de la memoria de los procesos históricos, que han construido a lo largo de los años en los barrios con sus vecinos. Inclusive, muchos residentes se han mostrado ofendidos debido a las evaluaciones que han hecho funcionarios de los Andes sobre sus casas, como lo asegura una propietaria del sector de Payán: “Yo no necesito un proyecto, yo ya vivo bien aquí, para ellos nosotros vivimos en un hueco y nuestros locales son un antro, es que la pobreza les incomoda”.

Este proyecto asume de entrada que vivir en estratos bajos es problemático para la imagen que se desea proyectar del centro, en donde NO se quiere reflejar la pobreza y por ende inseguridad, suciedad, trabajo informal, entre otros. Pretenden hacer entonces del centro, y la zona que rodea  a la universidad, un paisaje “moderno y armónico”, con el que se pretenda esconder la realidad social que viven los otros actores de este espacio y del resto de la ciudad. Considero que, hasta el momento, Progresa Fenicia ha sido un proyecto impositivo, con un urbanismo excluyente y autoritario que no deja espacio para un dialogo justo.

Hago una invitación a mantener una postura crítica ante lo que significa este proyecto,  sobre todo para nosotros estudiantes de la Universidad de los Andes, ya que también somos actores involucrados. No olvidemos que este es el espacio donde vamos todos los días a estudiar y en el cual interactuamos con distintas personas, ante las que no podemos ser indiferentes.