Por: María Luna Chaparro - Estudiante de Antropología

 “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”,esta frase de Salvador Allende ha rondado por mi cabeza desde que un día, un querido profesor del colegio, nos hablaba sobre la historia chilena. Pero ¿qué significa esto?  Revolucionario no significa ser mamerto, ni rebelde, hacerse piercings o tener el pelo largo – este tipo de estéticas ya no rompen esquemas, más bien siguen la lógica de la moda- los clichés están mandados a recoger. Revolucionario significa ser crítico, tener posturas propias frente a algo, generar sus propios criterios, pararse ante lo que no se está de acuerdo y además, aportar ideas y acciones para cambiar eso que se cree que está mal, que no va en la lógica.

 Hemos vivido en una sociedad donde al revolucionario se le estigmatiza. Es una cuestión histórica, cultural y social; asociamos la revolución a la guerrilla, a ‘los rojos’, entran en el panorama Cuba y hasta Rusia, si quieren. Es una cuestión de mentalidades. Sin embargo ser revolucionario no sólo implica llevar un programa político, se puede ser en pequeñas cosas ¿qué les parece en la universidad?

Siempre oímos decir que los uniandinos no nos interesamos en nuestra sociedad, que “de frente a Monserrate y de espaldas al país”, bueno, ¿de dónde vienen estas ideas? Dentro de la universidad no se puede estigmatizar, hay variedades de estudiantes. Sin embargo, en mi tiempo dentro de la universidad – que es bastante- podría decir que hay personalidades que se destacan. No por algo hay un estigma sobre nosotros: lindas chicas y chicos que viven en una burbuja, que puede ser de diferentes tamaños, a los cuales –afortunadamente- nunca les ha faltado nada, ni el amor de papá y mamá. ¿Será que viven (vivimos) en la burbuja porque no quieren ver, no les interesa, o simplemente no están enterados de las cosas que pasan en el mundo? Puede también ser mera comodidad. Estamos tan cómodos con los guardias y sus perros que no nos damos cuenta que la ciudad, el país y el mundo anda en otra dinámica diferente, van a otro ritmo: “dónde nos vamos de rumba este viernes”, “dónde vamos a almorzar hoy” –creo que ese es el mayor problema para los uniandinos-  al final, esas no deberían ser nuestras mayores preocupaciones. ¿Dónde están los jóvenes revolucionarios? Aquellos que sueñan con cambiar al mundo, que se preguntan por algún futuro (repito, no necesariamente mamerto). Es necesario un cambio de actitud, que nos importe cómo queremos el futuro y para dónde vamos, surge la necesidad de más posturas críticas. Estudiantes, jóvenes, revolucionarios deberían ser sinónimos.

Ser joven y no ser revolucionario es un desperdicio. ¿Cuándo en nuestras vidas podremos ir en contra de la corriente, enfrentarla, juzgar a la realidad; si no es cuando –como diría mi abuela- se es joven y bello y tenemos tiempo y energía para hacerlo?