Sobre la Organización del Movimiento Estudiantil

Por: Felipe Perilla Reyes - Estudiante de Economía y Filosofía

El presente y futuro de una sociedad dependen de la educación de sus miembros. En particular, las universidades influencian y son influenciadas por su entorno social en un dialogo que perfila y determina una hoja de ruta tanto para la primera como para el segundo. La Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) ha jugado un papel histórico fundamental en la construcción de un proyecto de educación superior para Colombia. Su apuesta por un modelo de universidad al servicio de los problemas de la sociedad colombiana en contraposición a un modelo mercantilista o académico-autista de universidad resulta ser una propuesta nada menos que pertinente. Sin embargo, y a pesar de haber logrado una considerable legitimidad por su “trabajo de base” en las diferentes regiones del país, la MANE sufre y ha sufrido de un problema fundamental que le impide una mayor legitimidad y un mayor avance y concreción de posiciones y acciones del movimiento estudiantil: la sobre y sub-representación de intereses en sus debates y toma de decisiones. La manera en que, al respecto, está organizada la MANE impide que ésta tenga una mayor legitimidad y transparencia que posibilite el fortalecimiento del movimiento estudiantil colombiano.

Según Juan Sebastián López, actual vocero de la MANE, “los intereses del movimiento tienen de todo”(mirar su reciente artículo en El Espectador). Sin embargo, cuando los intereses del movimiento estudiantil tienen “de todo”, pero nada está ponderado, votado, determinado con claridad, la determinación de estos intereses se presta para que haya sobrerrepresentación de unos ciertos grupos y por lo tanto una subrepresentación de otros. En consecuencia, se consigue que haya una restringida legitimidad de las posiciones y acciones asumidas por el movimiento estudiantil que, tanto le resta poder de negociación con las universidades y con el gobierno en la construcción de una nueva ley que sustituya a la ley 30 de 1992, como le resta apoyo de los mismos estudiantes que podrían no verse representados en este grupo. La manera en que actualmente se están tomando decisiones en la MANE, esto es a partir de “consensos” (que en el mejor de los casos no son evidentes), no imprime transparencia a la toma de decisiones. Para poder ampliar la representatividad del movimiento estudiantil colombiano debería contemplarse algún mecanismo a partir de ponderaciones donde cada estudiante universitario equivalga a un voto en la elección de representantes; estos deberían ser de un número no muy grande en aras de hacer este tipo de reuniones organizadas e informadas, donde se disminuya la posibilidad de arbitrariedades y de violencia, se posibilite el actuar resoluto e informado del estudiantado, la rendición de cuentas y la función comunicadora de los representantes con los estudiantes mismos.

De continuar la actual situación: las plenarias no lograrán ser muy fructuosas pues la determinación de las acciones y posiciones del movimiento no serán suficientemente ordenadas e informadas, y se seguirá dependiendo del exceso de discrecionalidad de algunos grupos (grupos que, en virtud de su legítima organización, han conseguido allí grandes réditos); no se sabrá con claridad quién votó qué ni cuanto peso tiene cada posición (es decir no habrá posibilidad para la rendición de cuentas ni para un proceso transparente); las plenarias y en general las reuniones del movimiento no podrían hacerse de manera organizada y transparente para, por ejemplo, evitar que haya acciones violentas que afecten el dialogo constructivo (lo cual puede prestarse para que el movimiento no pueda defenderse de manera organizada y legítima frente a la estigmatización de la cual suele ser victima); la dificultad que supone entrar a una discusión sin un marco que pondere poderes de votación seguiría marginando del debate a organizaciones diferentes a las actualmente dominantes (para las cuales se genera el imaginario de que sólo unas ciertas ideas podrían ser aprobadas, o siquiera debatidas, en este tipo de discusiones – cuando, y lo digo por experiencia propia, los debates en su interior son bastante amplios).

Ponderar los poderes a partir de algún mecanismo que permita una mayor representatividad (v.g. votos) debería contribuir a la confrontación organizada y pacífica de ideas en la construcción de un interés común de los estudiantes colombianos: su educación. Esta confrontación sin embargo deberá ser informada, organizada y no erística. Este tipo de discusiones exige de los interlocutores una disposición anímica a construir en conjunto a pesar de las diferencias, una disposición a escuchar; ni este ni ningún sistema que quiera ser democrático podrá rendir frutos y contribuir a la construcción de intereses comunes si las posiciones de las partes son inamovibles e insensatamente radicales. Por su puesto que la determinación de ponderaciones y de poderes de veto no es un asunto meramente técnico, pero su determinación debería ser un primer ejercicio de discusión y aprendizaje.

La relación de la universidad y su entorno podría construir un mejor lugar y sociedad en donde vivir. Los estudiantes universitarios pueden contribuir en el debate de su construcción organizándose para lograr una mayor legitimidad de sus posiciones. Ponderar los poderes de votación para las determinaciones del movimiento estudiantil, a partir de estudiantes representados, sería una manera de lograrlo. El gravísimo estado de las universidades públicas amerita un debate organizado, informado y ¡pronto!