Sobre el mambe

Escribo este pequeño artículo sobre el mambe porque he tenido el gusto de compartirlo con algunas personas en la universidad y me he dado cuenta de lo poco que la gente sabe sobre las medicinas indígenas.

La curiosidad de la gente se despierta inmediatamente cuando lo ven a uno meterse una cucharada de polvo verde a la boca acompañada de una jalea oscura. Desafortunadamente, lo primero que piensan cuando uno les explica cuáles son los ingredientes principales es en la cocaína, e inmediatamente lo catalogan como una droga más. Es por esta asociación común que aparece este artículo en esta revista, pero quiero dejar claro que el mambe no es una droga.

El mambe es un polvo, producto del triturar y cernir hojas de coca tostadas y mezcladas con la ceniza de hojas de yarumo. Lo hacen con propósitos espirituales y medicinales los indígenas de la Amazonía desde tiempos inmemoriales. El acto de mambear envuelve, generalmente, todas las formas de consumir hoja de coca, que son varias: en la sierra se consume la hoja entera, mezclada con cal obtenida de la trituración en un poporo de conchas marinas. En el Perú y en Bolivia se consume en té o masticada con lejía, y en la Amazonía, mambe.

Para los pueblos indígenas suramericanos, la coca es una madre, una planta sagrada que alimenta y da vida, una medicina que cura cuerpo y espíritu, y de esta forma debemos tratarla también nosotros. Porque cuando se utiliza con otros fines, cuando se descontextualiza el uso de las plantas medicinales, entonces ellas pierden todas sus bondades y pueden llegar a hacer daño. Aunque creo que es importante compartir y dar a conocer el mambe en nuestra sociedad, también quiero advertir del peligro que hay de que sea mal interpretado, de que sea mezquinado y convertido en una droga.

Si hablamos de mambe, hablamos también desde lo indígena. Para los indígenas todas las drogas son malas, porque la “droga” no es una sustancia como tal, sino el uso que de ella se hace. La marihuana, la amapola, el yagé, el tabaco, la coca, todas estas plantas encierran un gran poder, son herramientas para el entendimiento, la salud y la evolución espiritual, pero sólo cuando son utilizadas correctamente. Uno se fuma un porro en la calle y cree que se está liberando, que es un gran beneficio porque causa placer, risa, diversión, pero en realidad se está irrespetando el cuerpo y se está irrespetando la planta. Por eso, tanto a corto como a mediano plazo estas plantas nos hacen daño: nos causan enfermedad, depresión, fatiga, adicción. Todos estos males no están en la planta, sino en nosotros mismos y en la naturaleza de nuestras acciones ¿Estamos actuando desde el corazón, desde una verdadera añoranza de Dios, de crecimiento? ¿O estamos actuando desde el miedo, desde el egoísmo y el hedonismo, desde el irrespeto? No estoy diciendo que debemos dejar de consumir, es solo una invitación a pensar por qué y para qué consumimos, una invitación a abrir la mente a la sabiduría de nuestros hermanos amerindios, quienes nos proponen una relación diferente con estas plantas maravillosas para transformarlas de drogas a medicinas, para pasar de drogadictos a sanadores.

¡Bienvenidos al mambeadero!